jueves, 23 de septiembre de 2010

Tercera en discordia

Son otros los ruidos de tus noches, otros tus sabores, aromas y colores. Otro es tu ritmo, tus luces difieren, tus formas ajenas aunque similares a simple vista. Tu silencio en mi celular expectante que nada va a decir esta noche, porque ni mis amigos ni nadie conocido tienen llegada a èl. Y tu noche no ruge constante y bajito como Buenos Aires dormida; en tu noche murmura el agua que todo lo invade, roncan las motos lejanas y tu calidez húmeda no da tregua. Indonesia extraña.

Viajé miles de kilómetros para emprender un viaje más. Porque hay viajes que se hacen en el lugar, como esta noche en la que el viento que suena en las hojas me lleva lejos de mí, y me veo. Estoy sentada tan sola en la quietud inexorable de la alienación absoluta. Un ente que viaja para verse en el aquí y ahora tan distinto al de poco tiempo atrás. Me veo bien, che. Le gente por tener otro idioma no tiene ideas tan distintas, y por tener una cultura diferente no tiene sentimientos tan distantes a los míos. Estoy más lejos de lo que nunca creí que iba a estar. Jamás en los planos de mi vida fue siquiera bocetada esta ruta.

Una cosa tengo en claro hoy: sigo siendo tan miedosa como ayer, mi cobardía no menguó ni fue valor lo que me empujó al avión. Fue simple curiosidad ante una puerta que se abrió. Y si me leés pensando "está haciendo lo que siempre quise hacer", te digo que lo único que debería darte miedo son tus ojos cerrados. No es tna diferente estar acá descubriendo que en los miles de rincones de BUenos Aires o cualquier ciudad o pueblo. En el día se absorbe, en la noche se anda rumiando los hallazgos recientes. Creo que viajar te hace apreciar eso, casi que te obliga. Se puede -y se debería- ser turista siendo local. Y me arrepiento de no estar más despierta en la inmensidad conocida, o creyendo que era conocida: más bien era habitual. Debería haber recorrido más, visto más estando allá. Ya disfruto en mi cabeza los sabores que ya conocía, con nuevas papilas gustativas, los olores de antaño con renovada intensidad por mi nariz más perceptiva. Mis ojos más grandes para captar más, y mis piernas más dispuestas al merodeo sin destino abarcando todos los caminos. Aunque me concentro en el acá, hay una parte de mi cabeza que viaja cada tanto a mi vuelta, a la etapa siguiente de un viaje sin itinerario marcado.

Te lo debo a vos, Indonesia local. Hoy.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

tal cual ...
pensar en volver es tan emocionante como pensar en irte ...

bensonita dijo...

porque no es vovler, es ir al mismo lugar que vas a ver distinto, por lo que no es el mismo lugar ya... asi lo veo, creo

Anónimo dijo...

No hay como volver después extrañar tanto, y sentirse un extraño en el propio lugar de uno. Se tiene lo mejor de ambos mundos, es propio (por la gente, las memorias, el pasado) y ajeno a la vez por la prolongada ausencia. Una sensación que al tiempo pasa, lamentablemente, pero mientras dura es impagable.