viernes, 23 de mayo de 2008

1800


Una ilustración de una "ciudad" del 1800 para una web que no salió. Está todo desordenado, pero ya me sentaré a componer como corresponde. Este blog tenía solo texto últimamente, así que intetnaré empezar a escanear y subir cosillas.

lunes, 19 de mayo de 2008

hoy

Ya es casi de noche y me paro junto a la ventana. Veo los techos del barrio a lo lejos desde el edificio, que es de los más altos de por acá. Veo la primer explosión. Un hongo naranga y negro que comienza una sinfonía apenas perceptible a tanta distancia. El horizonte se va achicando con la marca de los gigantes naranjas, que crecen en un instante y se quedan suspendidos, agrandándose y disipándose cada vez más lento. Las luces que ya se habían empezado a encender se apagan en un instante, manchones negros augurian el paso imparable de estos monstruos.

A pesar de esto, no estoy nerviosa. Lo asimilé demasiado rápido quizás.

Hoy se acaba el mundo.

No hay Quijote que pueda contra estos molinos. La luz ozcura se acerca como el más grande de los ejércitos. Y yo me quedo en la ventana. No tengo nada que pensar, sólo miro y espero. Correr? gritar? en vano. A pesar del apocalipsis no se oye casi nada, simplemente unos estruendos ahogados cada vez más estrepitosos. Se corta mi luz. Ahora solo hay oscuridad interrumpida por columas naranjas coronadas con medias naranjas manchadas del negro más opaco. Ahi se acercan, no llego a reaccionar, es tan trágico, bello, espeluznante. Me da frío desde adentro, pero no impide que las luces estén cada vez más cerca. Ahora veo como todo sube, sube furioso, se expande, se acerca, explota todo, cerca muy muy cerca. Y es la hora del final, después de esto, la nada. Y yo inmòvil observando desde la ventana. El ruido es tan fuerte que ya enmudece, y siento sólo un aturdimiento, como estar bajo el agua. Ahí llega, ya todo es luz, me hierve el cuerpo con una terrible ráfaga caliente de la explosión ùltima. Nunca pensé, no imaginaba que esto llegaría, nadie me avisó, y no miro a nadie, no puedo, y nadie grita, no se si hay alguien, otra luz, fuego. Y ya ya ya... no duele tanto, en un inst

viernes, 16 de mayo de 2008

despedidas

Cuánto dura una despedida? Cuánto debería? A veces parece un adiós interminable, desgastante; y duele. Es como el letargo de un sueño placentero y saber que ese lunes te vas a dar el lujo de llegar tarde solo por abrazar la almohada un poco más, aunque sepas que después te vas a comer un garrón (hablando claro).

Una despedida siempre termina siendo real, se manifiesta como tal; algo llega a su fin. Pero y esas ganas incontenibles de seguir? a dónde van a parar? se las llevan los patos de la laguna, cuando ésta se congela. O se van con los sueños que uno no recuerda. A algún lugar tienen que ir, son demasiado grandes como para guardarlas en un cajoncito de recuerdos.

Era demasiado bueno, y aunque uno sabe que ya va a pasar, que te vas a levantar y seguir caminando, los primeros kilómetros vas a tener la vista en lo que dejaste atrás; si lo vale.

Este blog a veces llora también, pero se repone. Por ahora camina mirando hacia atrás, pero camina. Era demasiado bueno, demasiado grande, tanto que a la distancia sigue siéndolo, no se achica (quizás nunca estudió perspectiva el muy burro).

No es que todo esto te interese, pero como es mi blog, yo escribo lo que se me canta la gana.

sábado, 10 de mayo de 2008

El domador de dragones

Caía la tarde y la luna brillaba cada vez más. El domador de dragones estaba con una bestia blanca e imponente. Desde el mediodía estuvo con aquel ejemplar, horas observando sus movimientos, sus reacciones. Lentamente se fue acercando, cauteloso, pues cualquier mínimo movimiento brusco del dragón sería trágico.

El domador se acercó calmo, pues no hay otra forma de acercarse a los dragones; huelen el miedo y reaccionan a los movimientos bruscos. Ya podía el caballero nombrado por las ninfas oler el tan particular aroma que emanaba de las escamas blancas como nieve, pero calientes, muy calientes. Ya su mano estaba a poca distancia de su cuello, y el dragón miraba fijo al domador. Los ojos de uno no se despegaban de los del otro. El mundo alrededor enmudecía, como si todas las cazadoras y hadas y ninfas llenaran de magia ese mundo para enmudecerlo. El domador, sin correr la vista de los ojos del dragón, comenzó a pronunciar palabras en el idioma del viento, el único que los dragones conocen. Un susurro tranquilizante que llegaba a los oìdos del dragón al tiempo que una pequeña mano se apoyaba en la base de su cuello. El dragón no hizo nada. La mano comenzó a recorrer el cuello hacia arriba, y el dragón finalmente presentó su hocico al domador.

El ritual habìa comenzado, el dragón le brindaba su respeto al domador, quien apoyaba una mano en el hocico y la otra en el cuello, debajo de la gran mandíbula blanca. Parecía no pasar el tiempo, estaban ahí los dos, casi inmóviles, en un acto que no permitía el más mínimo error. Semejante dragón con reflejos que reaccionan a la más mínima fluctuación del viento es fatal para casi cualquier otra criatura. El domador corría lentamente su mano, y sobre la frente del dragón aparecía un símbolo a la vez que en la espalda del domador. El dragón estaba recibiendo su nombre y brindando su fidelidad a ese hombre. Y los dragones, se sabe, son seres de palabra y la defienden hasta la muerte.

El domador ya tenía varios símbolos sobre el torso, pero este era especial. Se iba descubriendo sobre su espalda, desde la nuca, bajando por la espina dorsal, recorriendo hasta los hombros. Ambos sabían que algo estaba por suceder, que ese ritual era diferente.

La noche ya estaba asentanda, y se tenían que separar. El domador debería volver a su otro mundo, por pequeñeces.

Ahora estaba sentado en un stand, rodeado de las criaturas que tan bien conoce. Firmando sus obras, sus libros, su arte.

Yo ya conocía el Cuaderno de Viajes de Ciruelo, pero lo había regalado a alguien para que recuerde algunas cosas en sus propios viajes. Tomé entonces feliz un nuevo cuaderno, y no pude más que llenarme de pudor extraño al ver al Señor de los Dragones, de la magia, fantasía. Estaba ahí! Me pareció evidente en ese momento que aquel Señor conoce en persona a los dragones, hadas, cazadoras, libélulas... Sabe cómo huele una cueva y cómo son las escamas de dragones al tacto. Conoce también el pelo de una ninfa y como se siente grabar la tierra con una garra de dragón. Le pedí que me firme el cuaderno, a lo que agregó un dibujo. No para coleccionarlo, sino para recordarme que era real: estuve frente al Domador de Dragones. Mi cara estaba completamente roja y ardida, no sé por qué. Quizás sentí la reminiscencia del calor de los dragones, quizás algunas escamas como brasas andaban por ahí. Quizás sentí cómo miraba a todos a los ojos, sereno… No sé cómo describirlo, sentí respeto y admiración.

Lo que me quedó más vívido en la memoria, además de unas imágenes increíbles en tinta negra acompañados de anotaciones mágicas, es uno que dice “Todo existe”. Me fascinò. La imagen tan poderosa como esas palabras. Creo que fue cuando lo ví, hace unos años ya, que decidí que es verdad, que TODO EXISTE; mis fantasías también, por mucho que intenten hacerme creer lo contrario.

viernes, 2 de mayo de 2008

Retratos. Emilio Torti.

Acá hay una foto que le saqué a Emilio mientras pintaba el mural >> FOTO

Es una de varias... Pero tengo que lograr ir al labo y revelar. Las del Sr. Opinólogo quedan pendientes para la próxima.

Todos los ilustradores/plásticos/músicos que no les moleste que les apunten con un lente, por favor avísenme! jaja. Creo que ya les pregunté a todos los que conozco.