lunes, 19 de mayo de 2008

hoy

Ya es casi de noche y me paro junto a la ventana. Veo los techos del barrio a lo lejos desde el edificio, que es de los más altos de por acá. Veo la primer explosión. Un hongo naranga y negro que comienza una sinfonía apenas perceptible a tanta distancia. El horizonte se va achicando con la marca de los gigantes naranjas, que crecen en un instante y se quedan suspendidos, agrandándose y disipándose cada vez más lento. Las luces que ya se habían empezado a encender se apagan en un instante, manchones negros augurian el paso imparable de estos monstruos.

A pesar de esto, no estoy nerviosa. Lo asimilé demasiado rápido quizás.

Hoy se acaba el mundo.

No hay Quijote que pueda contra estos molinos. La luz ozcura se acerca como el más grande de los ejércitos. Y yo me quedo en la ventana. No tengo nada que pensar, sólo miro y espero. Correr? gritar? en vano. A pesar del apocalipsis no se oye casi nada, simplemente unos estruendos ahogados cada vez más estrepitosos. Se corta mi luz. Ahora solo hay oscuridad interrumpida por columas naranjas coronadas con medias naranjas manchadas del negro más opaco. Ahi se acercan, no llego a reaccionar, es tan trágico, bello, espeluznante. Me da frío desde adentro, pero no impide que las luces estén cada vez más cerca. Ahora veo como todo sube, sube furioso, se expande, se acerca, explota todo, cerca muy muy cerca. Y es la hora del final, después de esto, la nada. Y yo inmòvil observando desde la ventana. El ruido es tan fuerte que ya enmudece, y siento sólo un aturdimiento, como estar bajo el agua. Ahí llega, ya todo es luz, me hierve el cuerpo con una terrible ráfaga caliente de la explosión ùltima. Nunca pensé, no imaginaba que esto llegaría, nadie me avisó, y no miro a nadie, no puedo, y nadie grita, no se si hay alguien, otra luz, fuego. Y ya ya ya... no duele tanto, en un inst

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