martes, 5 de mayo de 2009

piloto automático

No necesité levantar la vista del ir y venir de mis botitas con la sucesiòn de variedades de baldosas de fondo para saber que estaba el policía de siempre, hablando con el portero a mitad de cuadra. La luz encedida reflejada en el piso y supe que estaba el quiosquero jugando a las cartas con su novia, o hablàndole; al costado habrìa unos extraños desparramados entre las paradas de colectivo que se cultivan en esa cuadra. Por el olor de la pollería sabía que tenía que doblar, isn levantar la vista de mis botitas gastadas. Las tengo que lustrar, pensé. Otro día. Seguí y escuché algunas palabras de los repartidores de pizza. Seguía siendo la misma rutina mía, la misma monotonía alrededor. Tres tazas de café en el día, el trabajo de siempre y el molinete que marcaba mi llegada. Sentada en clase quemnado horas en 3d y algún comentario existencialista intercambiado con algún alma cercana. Y repaso el día, 3 puchos, 3 cafés, un par de amigos, zapatos conocidos en la vereda que los míos pasaron por delante sin saludar, aunque los reconociera y ellos a su vez. Me siento con mi copa de vino y se me viene la imagen de un sweater azul. Uno no antes visto. Los sweaters azules que bien conoció Cortázar, un sweater azul con barba y una forma de pararse que me dió el indicio de algo más. Divago un rato, agradezco al sweater que alteró mi mundana rutina. Me despido con un buenas noches y la imagen azul.

2 comentarios:

Musidora dijo...

buenas noches

Farolera dijo...

Cada vez que entro a este blog me sorprende la plasticidad de la autora. Y su absoluta falta de ambición, de querer trascender, es lo que la hace precisamente tan buena. Brindo por eso, siendo yo la clásica hermana mayor queriendo forjarse un destino entre las letras...! Porque un día se va a descubrir, cuando ya estemos enterradas hace rato, que la verdadera escritora, la joya escondida, era Anita.